Por L. K. González. MÉXICO.14/FEB/11. Las dos de la mañana sonaron en el reloj de la iglesia, las calles desiertas y silenciosas me incitaban a por fin poder dormir. Sin más, me propuse echarle un vistazo por la ventana al cielo; ya que el clima tan extraño de febrero, denotaba un poco de frio y la posibilidad de lluvia. El rugido de una camioneta vieja empezó a ha acercarse en medio de la oscuridad, con un poco de temor (obvio en estos tiempos de violencia) me escondí detrás de la cortina. La camioneta, que de milagro avanzaba, se estacionó enfrente de la casa; mil ideas malas surcaron durante dos segundos mi pensamiento. En ese instante la puerta del vehículo se abrió mientras yo contenía la respiración, uno tras otro 7 sujetos bajaron portando guitarras en sus manos. Salí del shock cuando empezaron a cantar frente al ventanal de los vecinos; volteé a ver el calendario y caí en la cuenta de la fecha, 14 de febrero. No pude contenerme la risa, y salí a ver el espectáculo a la calle; mi abuela medio despierta me siguió hasta el zaguán. Canciones de “Hombre G”, “Maná” y hasta la típica Wendoline interpretaban de forma dudosa los jóvenes. Pegué un brinco cuando nuestro pequeño perro empezó a hacerles coro a los “romeos”; y para ser sincera, el animal estaba más entonado que los chicos. Dos canciones después salió la “Julieta” en cuestión a recibir las flores del enamorado; eso sí, arreglada y fresca como la mañana. Afortunadamente ahí terminó la serenata y los 7 volvieron a subir a la camioneta; supongo que para ir a las 6 casas restantes de las correspondientes damiselas. Miré a mi abuela y sin decir nada nos dirigimos a la cama para dormir; desgraciadamente errada estaba, pues en ese instante mi primo y sus amigos estaban saliendo de la casa para ir a dar berridos a sus amadas. Y los muy “enamorados”, empezaron a calentar garganta en el patio; acompañados en los coros por los 3 perros de la casa. Tiempo después, dos casa más abajo; otros galanes empezaron con su serenata. Con cara de resignación fui a la cama y le busqué moraleja al asunto; pensé en las ideas que me habían surcado la mente cuando vi la camioneta por primera vez. Y agradecía que a pesar de tanta violencia y tanto odio, aún existiera un poco de amor en el mundo; cómo bien lo decía Bob Marley: “lo que nos hace falta es el amor”.